Además de los mencionados cómics de mi socio, había tenido algún contacto con el género en Colombia. Bueno, cuando era chiquito leía ACME y Agente Naranja. Luego conocí a Diego Guerra, con sus 68 Revoluciones y su proyecto de largo animado (!!!); a Joni B, con sus Robots y sus buenas intenciones no llevadas a cabo; a Will Zapata y su personaje, un gato con botas y un par de bolas... La cosa pinta bien. Y ahora, con una publicación en papel que respalde y ayude a articular este ya no tan incipiente brote viral, es posible que la cosa se ponga mejor todavía.
Hablamos con la gente de Larva, revista que tiene su sede en Armenia, zona cafetera colombiana.
¿Qué circunstancias motivaron el nacimiento de Larva?
Como casi en toda publicación: las ganas, tal vez la ambición, por publicar y poner en circulación un material que, de otra forma, se habría quedado en alguna carpeta. Sí, y el trastornado optimismo por creer que fuera de la carpeta pudiera llegar a ser leído por alguien.
Igual, una publicación universitaria en la que sus editores (y primeros autores), conscientes de muchas de sus limitaciones, dejaron de pensar tanto sobre si valía la pena o no, y más bien le dejaron la voz a un incierto público. Y, con algo de razón, se ha persistido con relativa terquedad. En un principio sin saber muy bien a qué lugar se iba a llegar, para luego ir dando tumbos, tropezando por aquí y por allá con varias señales, apretones de manos, correos cruzados, silencios. Sorprendiéndose sin olvidar que, de vez en cuando, es bueno dejarse sorprender. Angustioso resumen: dieron el paso hacia el despeñadero y parece que aún no tocan fondo.
¿Alguna publicación les ha servido de inspiración o modelo a seguir?
Sí, por qué no. Todas y ninguna. Al momento de partir decidimos llevar una maleta vacía a la cual se le pudieran añadir, poco a poco, pesquisas valiosas. Las buenas cosas para dialogar con ellas, las malas para aprender de sus defectos. Y luego nos miramos en el espejo.
Tratamos de echarle ojos a todo lo que se nos cruce, en afán de exploración. A lo que se sigue publicando y, con especial atención, a lo que se publicó. Es preciso ir mirando por el retrovisor para saber quién está, estuvo o estará con uno, al lado, en la vía.
Naturalmente, hay publicaciones con las que se habla más seguido que con otras, algunas son de cómic y otras tantas no tienen nada que ver con el tema… ¿O sí? Porque pistas se pueden encontrar por doquier: boletines, volantes, fanzines, la revista especializada y la publicación masiva. Farándula y literatura, cine y gastronomía, viajes y esoterismo, música y finanzas.
Nos gusta ubicarnos cada tanto en un mapa que entrega Scott McCloud: Aprende de todos, no sigas a nadie, busca modelos, trabaja como un diablo.
¿A qué obedece la decisión de comenzar a incluir reseñas, y de abandonar la distribución gratuita, a partir del número 5?
Hasta el número 4 la revista fue coeditada con la Universidad del Quindío (Armenia, Colombia). La universidad se encargaba de imprimir y pagaba el envío de paquetes a una serie de suscriptores. Las suscripciones eran gratuitas y la revista no tenía un precio. Pero pasaba, entonces, que, con cierto desdén, el Centro de Publicaciones se tomaba hasta cinco o seis semanas, después de la entrega acabada de diseños, para imprimir una revista de 20 páginas. Y la imprimían sin cuidarse de errores: tintas corridas, planchas mal ubicadas, pésimos refilados. No nos quejábamos mucho, sabíamos lo que había que esperar. Esperar, esperar, esperar. Hay límites, ¿no? Estuvimos cerca de un año esperando entre la edición 4 y 5. Al final, aplicando un poco del mismo desprecio, decidimos salir de tan “mal negocio” y empacamos las maletas hacia los mares de la “independencia”. Publicamos ese número 5 en octubre de 2008 y, ahí sí, por nuestra cuenta, decidimos venderla y, por costos, no podíamos seguir con la distribución gratuita. Desde eso, podemos (y debemos) preocuparnos más por los tiempos de entrega y por la calidad en la edición. Se ha ampliado la cantidad de páginas, se han ido sumando más autores y se ha hecho más cercana la plática con los colaboradores de siempre. Igual, con mediana sonrisa suicida, hemos tratado de mantener la revista a un precio desvergonzadamente bajo.
Por otra parte, aquello de incluir reseñas y, también, artículos que van y vienen de alguna forma por los terrenos del cómic, tiene que ver con una necesaria maduración de los contenidos de la revista. Un salto hacia la concepción de contenidos, es decir, una consciencia que nos permita entender que todo material apuntado en la revista debe permitirse y permitirle al lector la posibilidad de reflexionar sobre el cómic como posibilidad creativa, y no sólo sobre el cómic: también sobre otras cosas que le esté pasando por la cabeza. ¿Ambiciosos? El ejercicio, muchas veces, consiste en punzar: en publicar en una misma revista cosas que, en apariencia, se llevan la contraria, que gocen en sus diferencias y, justo allí, se encuentren.
Bueno, también tiene que ver con uno que otro guiño. Los artículos pueden llamar la atención a ciertas personas que “desconfían” de encontrar algo serio en un cómic. Digamos que podría funcionar como gancho. Resulta odioso pensarlo así, pero así ha funcionado. Llegan, abren la revista, y dicen: “¡Ah!, tiene textos”; creen que eso valida a los demás contenidos. Y les seguimos el juego y, ajá, tratamos de invitarlos a una buena partida. Creemos que una revista-revista de cómics debe venir sólo con eso: cómic. Pero, en nuestro contexto, a falta de otras publicaciones (otras que se encarguen de difusión, otras de divulgación, otras de creación, etcétera) hay que hacer bien todas las tareas.
Con las reseñas también pasa algo especial, y es que sirven para antojar a esos lectores, para decirles: “¡Oye!, por aquí hay más cosas y sí que valen la pena”. Sirven para traer referencias de otras áreas de creación, para comprobar las posibilidades del cómic, para invitar a sospechosos riesgos. A veces nos acusan por reseñar libros que por aquí no se consiguen (y, parece, no se conseguirán en años), pero… ¡¿y entonces?! Tal vez algún lector se anime a pedir algo en una librería, para demostrarle a muchos de nuestros libreros y sus distribuidores la aridez intelectual que los baña. Tonta pretensión, pero tal vez así comiencen a cambiar un poco las cosas.
Es difícil hacerse a un panorama de todo lo que está o podría estar pasando en este tema en Latinoamérica. No sabemos, pero tal vez se pueda acertar al decir que ya existe un apreciable grupo de autores que hablan por su cuenta, sin que se noten tanto sus referentes, y que, además, se están atreviendo a mostrar lo que hacen. Más de los que se piensa. Autores que saben hablar de lo que hacen y que ya no están tan atados a la improvisación. Podría ser todo esto un sí, posiblemente un no… No estamos seguros. Día a día se irán viendo mejor las cosas, es cuestión de que esos autores sigan trabajando y asuman cada vez mayores riesgos: un proceso sostenido y prolongado. Sin duda, hay países que llevan una enorme ventaja.
Respecto al caso colombiano podríamos decir que auge no hay, no lo sentimos así, todavía. Y que si ha existido un proceso este ha sido más hacia el interior, es decir, hacia algunas personas que se han tomado en serio sus ganas por ser historietistas. Unos cuantos dibujantes que desde hace unos buenos años vienen dándole vueltas a su trabajo y que han demostrado un crecimiento importante. Son pocos, pero hacen cosas… Y las hacen en un país que poquísima atención les presta. Por lo tanto: les interesa crear y no se pierden tanto en poses, y eso es de un valor incalculable. Con un paisaje así, es fácil descubrir a los farsantes, aquellos que hacen uno o dos dibujos y ya fraguan exposiciones y cocteles. En Colombia hacen falta más cosas como: autores con criterio, una cantidad adecuada de publicaciones sensatas y con voces definidas (no un publicar por publicar), y uno que otro evento que le apunte a un conocimiento maduro sobre el cómic. Pero, total, con los pocos buenos autores que hay se puede contar para ir invitando a descubrir. Únicamente un trabajo constante podría sentar las bases para llegar a pensar en ese proceso sostenido y prolongado.
En sus dos años y medio de trayectoria, ¿cómo ha contribuido Larva a este conjunto de circunstancias?
Desde la esquina en la que es importante una publicación y en lo que puede contribuir con mediana solidez: circulación y dinamización. Las revistas les dan a sus autores la posibilidad de ir fogueando sus contenidos y de ir encontrándose con un público. Al público le abren las puertas hacia nuevos encuentros. Las buenas revistas son puntos de encuentro. Y bien cierto es aquello de que cómic que no se publica no es cómic.
Es claro que, al ser editada en un soporte de papel, se puede pensar que se llega con mayor facilidad a un público que todavía no está tan familiarizado con los cómics y, así, no está tan enterado para buscar blogs o webzines.
Tal vez la Revista Larva le ha ido evidenciando a la gente que sí existe un cómic distinto y que, para inútil sorpresa de muchos, algunas de sus páginas las hacen colombianos. Que no sólo son trajes de mallas y capas. Que unas viñetas pueden con mucho más de lo que parece. Y, tal vez, ha ido invitando a más gente a hacer y publicar sus cómics. Pero, en el fondo, no lo sabemos. Habría que preguntar a algunos lectores o, como pasa con muchas cosas, habrá que esperar un tiempo para saber si se contribuyó en algún momento con algo.
Larva tiene una vocación internacional, pues publica autores y dibujantes de varios países. ¿Cómo ha funcionado este intercambio? ¿Cómo acercarse a culturas vecinas, pero casi desconocidas y totalmente desconectadas entre sí?
Esa vocación internacional (¡hay que ver cómo suena eso!) viene a ser dada por varias razones. La principal es que nos interesa poner a conversar a los creadores colombianos con creadores de otros lugares, de contextos distintos. Y viceversa.
Por una parte, quizá esa cita en la diferencia nos lleve a todos, como lectores, a avizorar algún elemento particular que teja al cómic hecho en Colombia. Igual, los autores colombianos no son islas, no del todo, y no tienen porqué alejarse de ese diálogo. Así, al publicar autores de varias latitudes se pueden ver las diferencias y, de la misma manera, los puntos en común. Es un proceso de encuentro. Y es que ha sido claro que concebimos a la revista como un sitio de intercambio, y desde allí partimos. Vale, ya lo dice la pregunta: “son culturas casi desconocidas y totalmente desconectadas entre sí”. Y sí, es un punto válido, porque así es la polvorosa realidad, en Hispanoamérica y en el resto del mundo. Pero pensamos que hay algo que, al menos en este caso, nos une, una reivindicación creativa a la que invitamos: el cómic.
Al final, nos damos cuenta de que no somos tan distintos. Y, vaya cosa, sí que lo somos.
¿Hay algo que caracterice al cómic colombiano?
Es difícil, muy difícil dar con algo; podríamos lanzar tantos adjetivos como vengan a la mano, pero es probable que no estemos definiendo el conjunto. Algo por decir: muchos de esos autores se han resuelto a ver hacia afuera y hacia adentro de sus realidades. Y se preocupan por hablar del cómic en los términos y bases en las que se debe hablar del tema. Quedan muchas cosas por hacer, muchas por descubrir. Se ha errado, y se puede hablar de logros.
Es cierto que el contexto influye, que las palabras y los trazos heredados pesan, pero todo se nos hace muy borroso todavía para atrevernos a tirar un lazo entre tantos autores, todos tan distintos. Nos arriesgamos con una palabra: Persistencia.
*Domingo
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